Cuando ya todo estaba planeado, pensó en lo que había hecho. -¡¿En que mierda estaba pensando?!, ¿cómo se le ocurría haber invitado a un extraño a su casa? Estaba totalmente loca, la poca cordura que le quedaba se había ido junto con sus principios y ahora estaba encerrada en una cita completamente a ciegas, sin saber siquiera el nombre de la persona con la que se iba a juntar. Aunque por una parte, no saber quien era, no saber su nombre, no saber nada de él, la excitaba más que cualquier cosa, quién no ha soñado hacerlo con un extraño en la oscuridad, pensó, quizás sea momento de actuar, sin pensar en nada más. Decidida, optó por jugar.
La semana pasó más lenta de lo normal o era ella quien aun se debatía entre lo correcto y lo erótico que le resultaba todo, seguramente, era lo último.
Llegó el día martes y una vez más se conectó deseosa de más palabras que aumentarán su placer, y es que él parecía saber todo acerca de ella, sabía sobre sus gustos, sabía usar la palabra exacta para dejarla esperando más y más, la ponía ansiosa imaginar en que pocas horas, los labios de ese desconocido la iban a estar rozando muy lentamente por todo el cuerpo, y se imaginaba con una voz indefinida, cada palabra que el escribía con aquellas manos, que en unos segundo más estarían acariciando su cabello y bajarían sutilmente por su espalda, descansarían en sus caderas para luego deslizarse con tanta suavidad, que el solo roce le provocaría tal sensación de placer que no sería necesario continuar.
Se fue a dormir, totalmente extasiada con el placer que le provocaba las palabras de aquel que prontamente dejaría de ser un extraño.