Fue gratificante la sensación del viento en mi rostro y la sonrisa que se asomaba de jubilación, al saber que cada palabra, por primera vez en mi vida, cada una de esas palabras, era una puta verdad.
Y como si fuera poco... "Aprendí a sonreír, sin necesitar de nadie para hacerlo".
¡Pero que raro es todo esto!